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 Julio I. González Montañés ©

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El Teatro en los colegios de los jesuitas

 

   La orden jesuita, orientada casi desde sus comienzos hacia la enseñanza y la formación, adoptó la modalidad de teatro escolar y la introdujo en sus colegios con una triple finalidad: didáctica, moralizante y propagandística. En la Ratio Studiorum que regulaba la enseñanza en los colegios jesuíticos hay dos reglas para los Rectores que aluden al teatro. En la primera (regla 13) se les ordena que las comedias se representen sólo en ocasiones muy señaladas, siempre en lengua latina, que sean de temas piadosos o sagrados y que no tengan papeles femeninos, y en la segunda (regla 16), que se guarden las piezas, seleccionadas por el Prefecto de Estudios o jueces competentes, en las bibliotecas de los colegios. La segunda regla siempre se cumplió, y ello nos ha garantizado la conservación de centenares de obras, pero no así la primera. Pronto se introdujeron las lenguas vernáculas y se amplió el número y la temática de las representaciones, de modo que a finales del siglo XVI, en los numerosos centros de enseñanza que la Compañía tenía en Europa y América era costumbre representar Églogas, Tragedias, Autos, Comedias y Entremeses, de tema preferentemente religioso pero a veces profano, con ocasión de las ceremonias de comienzo y final de curso, en las fiestas del Corpus y en las de los patronos de los centros y de las localidades en las que éstos se asientan, lo mismo que con motivo de visitas de personajes importantes.

    La producción teatral de los jesuitas es enorme y resulta imposible intentar aquí siquiera un esbozo del cuadro de difusión y el catálogo de las obras. En España se conservan más de dos centenares, la mayoría mediocres pero algunas de alta calidad literaria, muchas anónimas y otras de autores conocidos (el Padre Azevedo, el P. Juan Bonifacio, el P. Hernando de Ávila...) que cuentan entre los grandes dramaturgos del XVI, se inspiran frecuentemente en el teatro de Plauto y Terencio, y sirven de eslabón entre la generación de Lope de Rueda y las de Lope de Vega y Calderón, no por casualidad educados en los jesuitas.

    En Galicia la presencia de los discípulos de San Ignacio de Loyola fue temprana; tres Padres, procedentes de Braga, estaban en Santiago en 1543, sólo tres años después de la fundación de la orden, y en 1544 llegaron doce, procedentes de Lovaina, hasta A Coruña donde predicaron con gran éxito unos días antes de seguir hacia Coimbra. Tenemos también noticias de una misión jesuita en Mondoñedo en 1547, y sabemos que en Compostela intentaron, hacia 1551-52, hacerse cargo del control del Colegio de Fonseca y, a través de él, de toda la Universidad, entonces en proceso de reestructuración y consolidación como institución académica. Los jesuitas contaron con el apoyo del arzobispo Álvarez de Toledo y del conde de Monterrei, Don Alonso de Acevedo y Zúñiga, albaceas testamentarios del arzobispo Don Alonso de Fonseca, fundador del Colegio compostelano. Álvarez de Toledo era amigo personal de San Ignacio al que encargó una reforma del plan de estudios que el santo envía en 1552 aunque no llegó a entrar en vigor ante la oposición de la ciudad que no quería un Colegio sino una Universidad honrada, y del Claustro, dominado por los benedictinos y los dominicos que solicitaron la intervención real.

    Quizá como compensación por este fracaso, el conde de Monterrei funda y dota un Colegio de la orden en su villa natal en 1555, el primero de los que tuvieron los jesuitas en tierras gallegas, seguido en las décadas siguientes por los de Compostela (1578) y Monforte (finales del XVI) y, ya en el siglo XVII, por los de Ourense (1653-54), A Coruña (1673) y Pontevedra (ca. 1685), lo que convirtió a la orden en la principal institución dedicada a la enseñanza secundaria en Galicia.

   De la documentación conservada se deduce la existencia, por parte de los miembros de la orden, de una actitud que hoy calificaríamos de colonialista ante la gente inculta y bárbara del Reino de Galicia, y consta que los Padres jesuitas no querían en general venir a colegios gallegos. Sabemos también que la mayoría de los rectores y profesores hasta el siglo XVIII eran foráneos, sin embargo, se prestó cierta atención a la lengua del país ya que consta que, en 1572, con motivo de una celebración por el traslado de los restos del Conde fundador del colegio desde Santiago a la iglesia provisional del de Monterrei, con presencia de su nuera Dª Inés de Velasco y de sus nietos D. Gaspar y D. Baltasar de Acevedo y Zúñiga, los profesores y estudiantes redactaron:

    ...papeles de varias composiciones (...), en verso y prosa, en lenguas latina, griega, hebrea, española, gallega y portuguesa.

   Como sucedía en el resto de los colegios de la orden, en los gallegos eran habituales las representaciones teatrales en las fiestas principales y con ocasión de las visitas de personalidades importantes. En ellas actuaban los alumnos con el vestuario y los decorados adecuados, poniendo en escena textos de los profesores y de los alumnos o piezas de dramaturgos conocidos. El público lo formaban el resto de los estudiantes y profesores pero también, al menos en algunas ocasiones, frailes de otras órdenes, autoridades y los habitantes de la villa en la que se asentaba el Colegio e incluso de pueblos cercanos. No eran pues simples actos académicos sino sociales y sin duda contribuyeron a familiarizar al público gallego con el hecho teatral.

   En el Colegio de Monterrei las representaciones comenzaron casi en el mismo momento de la inauguración del centro (hay datos desde 1558), y consta que el curso de 1561-62 Los gramáticos representaron un diálogo sobre la Penitencia, representando sus papeles convenientemente revestidos con los trajes que correspondían a sus personajes. La representación duró casi seis horas (...) sin ningún cansancio del auditorio y se tuvieron también otros diálogos compuestos por los mismos alumnos .

   En el curso 1562-63 una carta del Padre Astete informa de que se representó un coloquio de las ciencias, donde decían todas que querían tomar como reina a la Teología y disponerse para ella, para lo cual aderezose bien la clase .

   Las representaciones se repetían todos los años. En 1568 es el P. Juan Pérez, Prefecto de estudios, quien alabando las habilidades literarias de los alumnos del colegio dice que: Hacen también sus diálogos y los representan en público (...) en la fiesta de la Circuncisión representaron una comedia con gran soltura y elegancia a la que asistieron alumnos y profesores, los abades del monasterio y gente de los pueblos vecinos .

  Era también frecuente que se hiciesen representaciones para agasajar a visitantes ilustres. Así sucedió en el curso 1568-69 según nos dice el rector P. Francisco López: Hízose una tragedia muy sustancial con unas declaraciones en verso y prosa para la venida del Obispo Tricio , y en los de 1569-70 y 1571-72, ante una visita del Provincial de la orden (Hízose en su presencia una tragicomedia la cual compuso el P. Juan Pérez (...) y la intituló 'El triunfo de paciencia'  -trataba sobre la historia de Job-) , y con motivo de la llegada a la villa de la Condesa Dª Inés de Velasco y sus hijos: hízoseles una comedia célebre de la historia de Judit de que gustaron mucho .

  En otros colegios gallegos de la Orden los datos son más escasos, pero también hubo representaciones al menos en Santiago y Monforte como se deduce de la documentación aportada por Rivera Vázquez. En 1596 ejercía como maestro en el colegio de Santiago el P. Francisco Pérez de Ledesma famoso escritor de composiciones y comedias , actividad que le fue prohibida por el Provincial aunque no debió de hacer mucho caso ya que al año siguiente se le reprueba que hubiese escrito un diálogo para representar en la iglesia de la Compañía en Compostela que duraba dos o más horas. En Monforte, con motivo de la llegada a la villa en 1594 del fundador, el Cardenal Rodrigo de Castro, la Escuela de Niños, que ya estaba en marcha, le representó algunos diálogos de mucho gusto y entretenimiento (la Comedia de la invención de la sortija ) y en fechas posteriores continuaron las representaciones destacando por su rica escenografía barroca las asociadas con los festejos por el centenario de la Compañía en 1640.

   Probablemente la mayor parte de estas obras se hacían en latín como prescribe la Ratio Studiorum pero hay pruebas de que otras se hacían en lengua vernácula o eran bilingües. Sus autores fueron en la mayoría de los casos profesores de fuera de Galicia, aunque también tenemos casos documentados de profesores gallegos que escribieron obras de teatro como el P. Antonio Rodríguez, natural de Vilaza (Monterrei), autor de un tratado de caligrafía manuscrito de 1599 (Libro que contiene diversos alfabetos), el cual según el Padre Valdivia Tenía gracia particular en hacer coloquios y representaciones santas y andanzas muy graciosas en nuestras fiestas; y componía unos entremeses muy graciosos y honestos con que alegraba a las innumerables gentes que acudían a nuestras fiestas en Carnestolendas .

   La mayor parte de estas noticias sobre el teatro jesuítico aparecen en la obra del Padre Valdivia sobre el Colegio de Monterrei y eran accesibles desde la publicación del libro de Evaristo Rivera, pero en general no habían sido tenidas en cuenta por los historiadores del teatro en Galicia. Son, sin embargo, de gran interés que se ve acrecentado por la conservación de tres de las piezas representadas:

  La primera de ellas, conservada en un manuscrito de la Academia de la Historia madrileña, está escrita en latín, castellano, portugués y gallego. Titulada Egloga de Virgine Deipara [=Égloga a la Virgen Madre de Dios], es de indiscutible origen gallego ya que su colofón nos informa de que fue representada el año 1581 día de la Concepción de Nuestra Señora delante del Conde de Monterrey, al cual le pareció larga de prosa, las canciones parecieron algo largas. Le he dedicado algunos estudios y ediciones parciales que resumo aquí:

   Obra probablemente del P. Diego García Rengifo, la pieza es efectivamente larga de prosa y verso, y de desigual calidad, pero resulta de gran interés como testimonio de la existencia de teatro escolar en Galicia y como precedente temático y lingüístico del Entremés famoso sobre da pesca do rio Miño (1671) de Gabriel Feixóo de Araúxo. Escrita la copia conservada de la Égloga por al menos cinco manos (seis distingue J. Alonso Asenjo), una rúbrica inicial añadida a posteriori con la misma letra del colofón final dice: Para la introducción de la égloga se hizo este prólogo, y de camino dio [el conde] los premios del primer certamen...

  En el prólogo aludido, el autor da noticia en castellano de su intención de honrar a la Virgen María con:

    Una égloga en que en estilo pastoril se pone en plática la mesma fiesta que se hace saliendo un pastor llamado Regiano (...) el cual después de aber publicado su fiesta por todo el reino (...) de todas las partes de donde suelen aquí concurrir estudiantes (...) bendran [pastores] dos de los puertos, el uno llamado Çalasio y el otro Marino, que en lengua griega y latina significan una misma cosa, otros dos vendrán del Miño y del Sil, llamado el uno Orminio y el otro Síleno, y otros de otras partes quios nombres darán vien a entender las tierras de donde son. Armarán así un justoso desafío sobre quien alabará mejor aquella de quien todos somos (...) mui aficionados y debotos.

  Comienza la representación saliendo a escena Regiano, quien tras cantar alabanzas a María y convocar a todos a la fiesta termina con estos versos:

Deseo, si pudiese,

que se hiziese
con el culto posible
la fiesta que tenemos hoy delante,
y que en las almas plante,
la Virgen sus amores,
mostrándose propicia,
al Reino de Galicia,
y haciéndonos a todos mil fabores..
.
 

   Salen a continuación Çalasio y Marino que dialogan en latín informándose mutuamente de sus respectivas procedencias. Entran después Orminio y Síleno quienes, ya en castellano, pero con seseo, cantan las alabanzas de la villa:

...Mas mira a Monterrei las altas casas
que ensierran la nobleza y señorío
de todas estas tierras por do pasas.

 

   Tras encontrarse con Çalasio y Marino que acuden convidados a la solene fiesta que Regiano/ oy haze en honra de la Virgen Pura, se invitan mutuamente a visitarse en su tierra y alaba cada uno las bondades de su lugar de origen. La tierra de Orminio destaca por:

la leche, el requesón, la mantequilla
el lomo del benado vien cosido
lacones, longanizas y morsillas
con el chorizo al humo renegrido
.
 

  La de Çalasio es un prodigio de feracidad y en su descripción se explotan todos los elementos del tópico literario del locus amoenus:

Allí verás los árboles copados,
los prados de diversas flores llenos,
los güertos sabiamente cultibados,
las frescas fuentes i alamos amenos.
Los cidros i naranjos que, cargados
de nuebo fruto, no están aún ajenos
de las naranjas viejas que encojidas
tornan a ser de nuebo zumo henchidas.
Allí la ierba fértil y abundosa
engorda en pocos días las obejas,
allí la flor diversa i olorosa
da pasto a las solícitas abejas
.
 

   En la escena III del primer acto hacen su aparición nuevos personajes cuyos nombres, como se anunciaba en el prólogo, delatan su procedencia: Sanabrius, Teranio, Vianus y Consus. Todos se unen al coro de alabanzas costumbristas a la tierra y sus productos, adobadas con loas a María y a su inmaculada concepción, y referencias a su papel como mediadora y protectora frente al demonio:

 

Pues [yo] no me contento con amarla
ni demandarla una sola cosa,
que sé que es poderosa en alcanzar
lo que ella quiere dar a sus queridos,
mas pido con gemidos que me encienda
en su amor y defienda del pecado
y esté a mi lado al tiempo de mi muerte,
y a mí me haga fuerte y animoso
contra el dragón rabioso que ha de estar
para atrapar mi alma si pudiere
.
 

   Terminado el primer acto una rúbrica nos informa que se hizo un descanso para dar los premios a los poetas.

   Se reanuda la función (Act. II, Esc. I) con la aparición en escena de Lusitanus y Castellanus. El primero, con la tópica hipérbole de los portugueses, compara la tierra de Monterrei con la de Portugal de tra los montes, porque a terra que esta alén do Texo non na há no mundo millor. El castellano, por su parte, pregunta al portugués si ha pasado a Galicia después que los reinos se an juntado, en evidente alusión a la unión de España y Portugal en 1580 bajo la corona de Felipe II.

  El resto de la conversación entre el lusitano y el castellano se convierte en una apología de la unificación y de la hermandad hispano-portuguesa, y una crítica feroz a Don Antonio, el Prior de Crato, hijo bastardo del infante D. Luis que aspiraba a la corona y fue proclamado rey por el pueblo y el bajo clero portugués frente a Felipe II.

  Castellanus, muy diplomático, halaga constantemente a Lusitanus y reconoce los méritos de Portugal a quien si la fortuna uviera sido faborable le fuera poco un mundo, según los grandes ánimos conque siempre an acometido empresas dificultosísimas por mar y por tierra. Lusitanus, tocado en su punto débil, añade: ...fora disso ten a cidade de Lisboa a qual os que a viron poden deser que viron todo o mundo. Continúa el castellano recomendando a los lusitanos mucha lealtad (...) a vuestro legítimo y verdadero rey (...), olvidando a don Antonio a quien Dios a abatido y humillado como a tan soberbio y arrogante tirano.

    El portugués, convertido a la causa felipista, exclama: ¡Não me nomeis esse ome que nos quemou as entranhas e nos destruio nossas terras, home por quem tanto sangue de cristãaos se derramou!, en clara alusión a los excesos cometidos por las milicias del Prior de Crato que, derrotadas el 25 de Agosto de 1580 en Cascais por el Duque de Alba, se retiraron desordenadamente hacia el norte, saqueando y robando, lo que les granjeó la enemistad de la población.

    Las referencias a la unificación terminan con un lamento de Lusitanus: foi castigo de Deos que quiso abaixar nossa soberba pois en tan poco tempo perdemos dous reis e tantos príncipes e infantes..., en el que alude a la desaparición de la flor y nata de la nobleza portuguesa en la batalla de Alcazarquivir, la muerte del rey Don Sebastián (1578) y la de su tío y sucesor el cardenal-infante Don Enrique (1580) que dejó el trono vacante y abrió el camino para la unión de los reinos.

   Regiano, que había aparecido en escena durante la conversación anterior, recuerda el motivo de la reunión y fiesta y comienzan las alabanzas a María (nisso não daremos ventaje os portugueses a ninhuma outra nação, dice Lusitanus), seguidas de un pormenorizado catálogo de santuarios de la Virgen y de las imágenes marianas más veneradas en Castilla y Galicia así como de los milagros a ellas atribuidos. La réplica de Lusitanus roza la caricatura:

    Eu concedo que os castelãos têm muitas imagens de Nossa Senhora e romarias de muita devoção, e que en Galiçia será tambien esta sereníssima Virgen reverenciada, porém não têm que ver con Portugal. Unha cousa vos quero dicer: que si a Madre de Deos quissera vir agora a morar á terra, a ninhuma outra parte viera de milhor vontade que a Portugal (...) en soa unha cidade [Lisboa] há mais memorias e templos de Madre de Deos que en toda a Castela e Galicia juntas (...) pois com o azeite e cera que ali se gasta nas lámpadas cada mes poderas vosoutros passar muitos anos...

   Pero el castellano, conciliador, dice no ponerlo en duda, pide detalles sobre las imágenes más famosas y promete si Dios a mi me da salud acudir en romería a visitarlas.

   El Acto III comienza con la llegada de los demás pastores y el encuentro en escena, entablándose un rápido diálogo en el que intervienen todos, primero en latín y luego en castellano, alabando la Inmaculada Concepción de María y el plan divino de la Encarnación. Para terminar deciden entonar canciones en honor a la Virgen. Son en total cuatro, efectivamente algo largas, y concluyen con todos de rodillas haciendo cada uno su petición a María. Veamos la súplica pacifista de Viano:

 

Yo te suplico y pido,
Princesa de los cielos
que las pasadas guerras y amarguras
que en Portugal a avido
conviertas en consuelos,
y en amorosa paz las armas duras,
y hagas ataduras
tan firmes y tan fuertes
entre los coraçones,
que cesen dissensiones
trabajos, alborotos, robos, muertes
y bivan, como hermanos,
gallegos, portugueses, castellanos
.

 

y el himno final, en gallego bastante correcto aunque con lusismos (Philippo, nem) y algún castellanismo (No), quizá debidos a vacilaciones del copista castellano:

 

Viva, viva, viva
o Philippo en Portugal
Castela e Galicia
con grande irmandad.
Vivan os galegos
e os castelaos
co os lusitanos,
seglares e cregos.
No aja mays renegos,
nem guerra ne afán
.
 

    La obra tiene, como vemos, una clara dimensión propagandística, y fue redactada sin duda con la intención de halagar al Conde de Monterrei, D. Gaspar de Azevedo y Zúñiga, que se encontraba en la villa tras organizar un ejército y unirse en Verín a las tropas del Conde de Lemos para hostigar en su retirada a los partidarios de D. Antonio y someter Chaves, que se resistía a reconocer como Rey a Felipe II. La fecha escogida obligaba a la temática mariana que debió de ser frecuente en las representaciones del Colegio de Monterrei, puesto, por deseo expreso de su fundador, bajo la advocación de Santiago el Mayor, aunque tenía también a la Virgen como patrona porque los Padres habían llegado a la villa un 24 de marzo, víspera de la fiesta de la Anunciación.

   Ya en el curso 1578-79 se había creado en Monterrei la Congregación mariana, una institución muy habitual en los Colegios de la Orden y con este motivo se había convocado un certamen literario en cuya entrega de premios diose fin a la fiesta con un gracioso diálogo en el cual se mostró cuanto importaba a un cristiano ser devoto de Nuestra Señora . De esta noticia y de la existencia de la Égloga puede deducirse que las representaciones de temática mariana debieron de ser habituales en el Colegio de Monterrei durante las fiestas del 8 de diciembre, y en el prólogo de la propia Égloga se hace referencia a fiestas anteriores: "No dudamos se nos hará la merced que en casos semejantes a estos siempre recebimos, oyéndonos con atención y silencio".

   Los que se han ocupado del estudio del Entremés famoso sobre da pesca do rio Miño , pieza aparentemente insólita en el panorama teatral gallego del siglo XVII, han recurrido en general para explicarla a suponer la existencia de una tradición entremesística popular hoy perdida pero viva en la memoria de la gente, que sigue denominando entremeses a las representaciones carnavalescas (Oimbra y la zona del Ulla, por ejemplo), y en algunas escenificaciones populares de “contos” como las de Sergude, Melide y Lubián que pervivieron hasta tiempos recientes.

   Sería demasiada casualidad que se nos hubiera conservado la única pieza que se escribió en la época, y una lectura atenta del Entremés demuestra que no puede tratarse de una pieza aislada ya que la técnica utilizada delata un conocimiento, si quiera somero, de los recursos propios del género teatral, e incluso se han visto influencias del teatro de Gil Vicente y de la Propalladia de Torres Naharro. Estas influencias podrían haberle llegado a Feixoó a través del conocimiento de las representaciones teatrales de compañías ambulantes castellanas que tenemos documentadas a lo largo del siglo XVII, actuando en el Corpus y en las fiestas patronales de las villas y ciudades gallegas contratadas por los gremios, los ayuntamientos y los cabildos catedralicios.

   Creo, sin embargo, que a la vista de la Égloga de Monterrei hay que ampliar las fuentes de la obra de Feixóo de Araúxo. La Égloga prueba la existencia de una tradición de piezas bilingües en las que la lengua, como sucede en el Entremés, se utiliza como elemento caracterizador de la procedencia social o geográfica de los personajes. Por otra parte, la coincidencia en tomar como punto de partida un acontecimiento bélico (la guerra de Sucesión de 1580 en la Égloga y la de Restauración portuguesa de 1669-70 en el Entremés) y la moraleja final con el hermanamiento entre gallegos y portugueses lleva incluso a preguntarse si Feixóo conocería directamente la pieza de Monterrei o alguna semejante, hoy perdida.

   Existe un lapso de noventa años entre la representación de la Égloga y el Entremés de Feixoó de Arauxo, pero no es imposible que éste conociese el texto de Monterrei que pudo seguir representándose en el Colegio en las fiestas del 25 de marzo. Monterrei era a mediados del XVII el colegio jesuita más importante de Galicia y el mayor centro de enseñanza secundaria del país, con más de 1000 alumnos y una treintena de profesores. Es muy probable que en él estudiase el bachiller Arauxo, de cuya obra se ha deducido que debió de vivir parte de su vida en la zona de Ourense y cuyo linaje, unido por estrechos lazos con la casa condal de Monterrei, procedía de Celanova según testimonian Vasco de Aponte y los genealogistas del siglo XVIII.

   No creo casual que tanto la Égloga, como el Entremés pertenezcan a lo que podríamos denominar teatro de frontera, un subgénero en el que la “raya” y el conflicto-hermanamiento fronterizo juegan un papel fundamental en el desarrollo de la peripecia dramática. Este tópico debió de ser extraordinariamente popular en Galicia lo que explicaría su aparición en algunas obras del “ciclo galaico” de Tirso de Molina, especialmente en la comedia titulada Mari-Hernández la gallega en la que late también la idea de la rivalidad-hermandad entre gallegos y portugueses, y en la que Tirso emplea el gallego en algunos diálogos (unos 60 versos) y hace constantes referencias a los conflictos fronterizos con los portugueses, de nuevo en un contexto bélico: el de la guerra hispano-portuguesa mantenida por Felipe III.

  También con trasunto bélico, aunque menos evidente, encontramos de nuevo el tópico de la reyerta-hermanamiento con los vecinos portugueses en una de las pocas obras teatrales en gallego que nos han llegado del siglo XVIII, una pieza conocida como el Entremés del portugués , descubierta y publicada por José Luis Pensado quien no indica donde la encontró, aunque afirma que es una copia apógrafa y atribuye al copista castellano la castellanización de algunos fragmentos de la misma. La existencia de esta pieza en la que, como en el Entremés, se caracteriza el habla de los personajes portugueses con la grafía nh, que no tiene repercusiones fonéticas, lleva a pensar que estaban destinadas a la imprenta y a sospechar que en Galicia pudo haber existido una literatura de cordel similar a la que en el siglo XVIII conquistaba los mercados castellanos y portugueses (véase mi trabajo sobre la obra en Taller de TeatrEsco).

 

   La segunda de las piezas de teatro jesuítico gallego conservada en la actualidad es la Comedia de la invención de la sortija , representada en Monforte en el otoño de 1594 (probablemente a finales de octubre) con motivo de la visita a la villa del cardenal y arzobispo de Sevilla, D. Rodrigo de Castro, fundador y mecenas del Colegio y emparentado con los condes de Lemos, que también asistieron a la representación y a los cuales se alude repetidamente en el texto.

  La obra, dada a conocer y publicada parcialmente por Antonio Cortijo Ocaña en 2001, se conserva en un manuscrito de la Fernán Núñez Collection en la Bancroft Library de la University of California en Berkeley (UCB MS 143, vol. 18 [D-2] Comedia de /la ynuencion de / la sortija en la veni-/da a Monforte del / yllustrisimo Señor don Rodrigo de Cas-/tro Arcobispo de Se-/villa Carde-/nal de la Santa ygle-/sia de Roma). Recientemente (2016) ha sido publicada completa, en una cuidada edición y con un excelente estudio introductorio, por Miguel Zugasti y Antonio Cortijo (Adiciones al corpus dramático español del siglo XVI. La 'Comedia de la invención de la sortija', partes I y II (Monforte de Lemos, 1594), EUNSA, Pamplona, 2016).

  Representados la mayoría de sus papeles por los niños de la escuela de menores, según se afirma en el prólogo, a ella hace referencia el autor del manuscrito de la Historia del Colegio de Monforte  de la Academia de la Historia, cuando relatando la visita del cardenal a Monforte dice: La escuela de los niños, que ya estaua puesta, le representó algunos diálogos de mucho entretenimiento y gusto.

  A lo largo de dos jornadas, van desfilando ante el arzobispo de Sevilla, los nobles invitados y los condes de Lemos, personificaciones de las distintas ciudades y estados gallegos (catorce en total), adornadas con divisas y emblemas alusivos a sus peculiaridades geográficas, económicas, culturales y gastronómicas. Llevan ofrendas que presentan a las autoridades, antes de correr la sortija. Aparecen también personajes mitológicos (Neptuno, Baco, Diana, Vulcano, Sirenas, Ninfas...) y alegóricos (el Tiempo, la Razón, la Justicia, la Iglesia, el Vulgo, la Necedad...).

  Intercalados entre las escenas de la procesión alegórica de la sortija se representaron entremeses (Entremés de la templanza del vino, Entremés del Dios Baco, Entremés del Vulgo y la Fama con sus secuaces...). En la primera jornada se representó el Entremés de los pajes y Quinolilla, en el que intervienen pastores y otros personajes populares que también quieren, como los caballeros, correr la sortija, aunque resultan insultados y engañados en un tono cómico (entre los personajes destaca el llamado Quinolilla, con habla sayaguesa y rasgos que lo aproximan al típico pastor bobo del teatro castellano de finales del XVI y del XVII).

  La obra es, probablemente, de autor gallego, y una de las escenas del Entremés de los pajes y Quinolilla (fols. 35v-36v, 52 versos) está compuesta totalmente en gallego. En ella intervienen tres pastores (Pascual, Afonso y Pelaio) que quieren emborrachar al tamborilero Janiño, y acaban todos cantando y bailando. Salen a continuación las ciudades y estados de Galicia a pedir que se corra la sortija, se dan los premios y concluye así a la primera jornada de la fiesta-representación. La escena en gallego constituye una suerte de paso o semientremés que, como sus editores proponen, podría titularse Entremés de Janiño y los pastores  (véase texto).

 

  Otra  pieza más de probable origen gallego, la primera cronológicamente, es el Diálogo de la Concepción de Nuestra Señora del Padre Bonifacio Bravo conservado en el Ms. 9/2566 de la Academia de la Historia (fols. 71r–84v), el mismo que contiene la Égloga de Virgine Deipara de Monterrei. Joaquín Pascual Barea identificó en 2009 la pieza del Padre Bravo con el gracioso diálogo, en el cual se mostró cuánto importaba a un cristiano el ser devoto de Nuestra Señora que sabemos se representó en el Colegio de Monterrei el 8 de diciembre de 1578, fiesta de la Concepción. Pascual Barea se basa en el tema de la obra y en algunas referencias al entorno de Monterrei que aparecen en en el texto (la parroquia de Albarillos y la Virgen de los Remedios mencionadas en el Diálogo del Padre Bravo deben de ser la parroquia de Albarellos y el santuario de los Remedios cercanos a Monterrei, colegio en el que había enseñado en su juventud el autor).

   El Diálogo de la Concepción de Bravo está escrito en castellano (19 páginas) y latín (9 páginas), combinando verso (10 páginas) y prosa (18 páginas), mezcla frecuente en el teatro jesuita desde el P. Bonifacio, lo mismo que el estilo de la obra, el tono realista y popular, los metros empleados, y la combinación de personajes humanos y alegóricos. El prólogo (en quintillas) menciona, entre el público asistente, a los compañeros, amigos y parientes de la quincena de estudiantes que la representaron, a los vecinos sabios o ignorantes, y a los soldados y comerciantes que estuvieran de paso. En cuanto al argumento y la intención de la pieza, Joaquín Pascual Barea los sintetiza así:

  A lo largo de la pieza asistimos a la progresiva reforma moral y religiosa de un pueblo, convertido al amor y devoción a María gracias al celo de unos estudiantes, quienes ofrecen instrucción religiosa y alivio espiritual a un joven de noble y rica familia que ha perdido súbitamente su honra y fortuna, a un atareado mercader, y a dos siervos del campo.
Este heterogéneo público justifica la intención propagandística de la obra, que quiere mostrar la capacidad de las escuelas de la Compañía para formar literariamente y educar cristianamente a la juventud, persuadiendo a los vecinos para que envíen a sus hijos al Colegio, y justificando la subvención de sus patronos
  (
véase texto). 

   Julio Alonso Asenjo (CATEH, ficha nº 2 y trabajos posteriores), apunta que la coincidencia de la fecha de representación del Diálogo de la Concepción de Nuestra Señora de Bartomolé Bravo con la de la Égloga de Virgine Deipara (8 de diciembre), la presencia en ambas de la Virgen de los Remedios y semejantes estructuras y finalidad del Diálogo y de la Égloga, llevan a pensar en "la posible atribución de ambas obras a Bartolomé Bravo; o, al menos, a concederle la inspiración de la Egloga de Virgine Deipara en el Diálogo de la Concepción de Nuestra Señora" (JAA, 25.07.2014). Estoy de acuerdo en la posible inspiración, pero la autoría directa no me parece probable porque Bravo había abandonado Monterrei en 1580 y por el empleo intensivo del portugués en la Égloga y el origen segoviano de Bravo, aunque como gramático que era podría haber adquirido competencias en portugués durante su estancia en Monterrei. En cualquier caso, la probabilidad de la autoría de Bravo es mucho mayor que la de Miguel de Cervantes propuesta por César Brandariz (El hombre que ‘hablaba difícil’ ¿Quién era realmente Cervantes?, 2011), basada en una supuesta presencia de la caligrafía de Cervantes en el manuscrito de la Égloga (que Alonso Asenjo, con buenos argumentos, rechaza), y en sus tesis anteriores sobre el origen gallego-sanabrés de D. Miguel y su presunta formación en el Colegio de Monterrei, que no consta documentalmente y en el cual Brandariz tampoco ha podido documentar su presencia en 1581.

  Su autor podría ser el Padre Diego García Rengifo, nacido en Ávila pero alumno en Monterrei desde los 16 o 17 años, profesor allí más tarde durante 15 años y estrechamente relacionado con el conde D. Gaspar de Zúñiga, al cual dedicó su Arte poética española (escrita en Monterrei aunque se imprimió en Salamanca en 1592), y para el cual consta que compuso versos con motivo de su matrimonio (1583) y de las exequias de su mujer (1592), además de un poema titulado Relación del cerco de la Coruña, laudatorio de la participación del conde D. Gaspar en la defensa de la plaza frente a Francis Drake en 1589. Rengifo fue después, y hasta su muerte, profesor, prefecto de estudios y rector en el colegio de Monforte, y autor probable de la Comedia de la invención de la sortija representada allí en 1594 .

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  Un caso especial de obra relacionada con el teatro de los jesuitas en Galicia es el de las Tragedias de amor de Juan de Arze Solórzeno. Las Tragedias están ambientadas en Galicia y, según afirma su autor en el prólogo, fueron escritas en Monforte hacia 1598 cuando estaba a punto de cumplir los 19 años. Sin embargo, la obra no se imprimió hasta 1607, con dedicatoria al VII conde de Lemos y extensos datos biográficos sobre D. Pedro Fernández de Castro y la Casa condal de Lemos: Tragedias de amor, de gustoso y apacible entretenimiento de historias, fabulas, enredadas marañas, cantares, bayles, ingeniosas moralidades del enamorado Acrisio y su zagala Lucidora. Compuesto por el licenciado Iuan Arze Solorzeno. Dedicado a Don Pedro Fernandez de Castro, Conde de Lemos, & c., Iuan de la Cuesta, Madrid, 1607.

Arze Solórzeno reconoce en el prólogo su deuda con Teócrito, con la Eneida y las Geórgicas de Virgilio, y con la Arcadia del renacentista napolitano Jacopo Sannazaro. A esas influencias cabe añadir las hispanas de Garcilaso, la Galatea de Cervantes y las obras del Padre Rengifo, especialmente la Egloga de Virgine Deipara representada en el Colegio gallego de Monterrei en 1581. Coinciden las églogas de Arze Solórzano con la de Rengifo, que debió de ser su maestro en Monforte, en las influencias de Virgilio y Sannazaro, en las bucólicas descripciones del paisaje gallego, en las competiciones deportivas de los pastores y sus premios, y en el papel de la música. Es cierto que son rasgos típicos del género pastoril, pero existe una coincidencia muy significativa: la presencia en ambas del río Sil personificado, con el nombre de Sileno.

No son las Tragedias de Solórzeno una obra teatral en sentido estricto, sino una novela pastoril, pero, además de los rasgos teatrales ya señalados, su autor denomina repetidamente Teatro a los escenarios arquitectónicos en los que se desarrolla la acción de su novela, y algunos diálogos, como los de Ercarnio y Sileno en la Égloga I, son células dramáticas casi autónomas que recuerdan a las escenas del galán y el gracioso en las comedias del Siglo de Oro. La filiación jesuítica de las Tragedias se muestra también en el sentido moralizante de la obra, y en su didactismo.

Juan Arze Solórzeno (o Solórzano) nació probablemente en Galicia [1] y, en cualquier caso, parece claro que se educó en el colegio de los jesuitas de Monforte, ya que allí estaba a los 18 años cuando fue presentado al conde de Lemos. Solórzeno fue en su madurez jurista y debió de vivir en Italia ya que allí (en Roma) publicó en 1610 y 1612 dos tratados de Derecho: Sacramentorum Brachilogia, seu Breviloquium cum arboributabellis, y De Iuribus ac eminentia canonici viridarium. En su juventud fue autor de sonetos, de traducciones latinas (La Historia de los dos soldados de Cristo, Barlaan y Josafat, que sirvió de fuente a la comedia de Lope de Vega), y de las Tragedias de amor, una novela pastoril con extensos pasajes dialogados y numerosas referencias a la música, canciones y danzas de los pastores, rasgos que la aproximan a la categoría de lo teatral y la emparentan con los Diálogos escolares, muy frecuentes en las aulas de los jesuitas.

De su biografía y familia tenemos escasos datos. En los prólogos de dos de sus obras (la Historia Evangélica de la vida y muerte de Christo Nuestro Dios y Maestro, y la Historia de los dos soldados....), se incluye una canción firmada por Francisco de Arce y dedicada a su sobrino. Poco es lo que se sabe de este tío suyo, pero podría ser el leonés Francisco de Arce "escribano de su Magestad", autor de una relación de fiestas impresa en Lisboa en 1619 (Fiestas reales en Lisboa, desde que el rey nuestro señor entró, hasta que salió. Con una loa al príncipe nuestro señor que toca a la jornada, por Iorge Rodriguez, 1619).

Con casi total seguridad, Juan Arze Solórzeno era hijo del arquitecto Gaspar de Arce Solórzano, también conocido, para diferenciarlo de su sobrino homónimo, como Gaspar de Arce "el viejo" (Siete Villas, Trasmiera (Cantabria), 1538 - Santiago de Compostela, 1603). Fue Gaspar un discípulo de Rodrigo Gil de Hontañón, activo en Galicia durante los reinados de Felipe II y Felipe III, que llegó a ser Maestro de Obra titular de la catedral de Santiago. Sabemos que Gaspar de Arce estaba en Monforte hacia 1563, trabajando para los condes de Lemos en la obra del monasterio de San Vicente del Pino, y en 1575, cuando firma contrato en Lugo para encargarse de la construcción de la torre de las campanas de la catedral, lo hace todavía como vecino de Monforte. En su testamento de 1603, Gaspar nombra herederos a los dos descendientes que tuvo de su primera mujer ("dejo por mis universales herederos a Juan de Arçe e Maria de Arçe, mis hijos y de Catalina Lopez"). Además, en el fondo de la Real Audiencia del Archivo del Reino de Galicia, se conserva la documentación de un pleito que sitúa al licenciado Juan de Arce Solórzano en Monforte de Lemos, en una causa sobre bienes heredados de su padre Gaspar de Arce (Benito Álvarez con el licenciado Arce Solórzano, sobre reivindicación de una casa y otros bienes en Monforte de Lemos (enero de 1612): ES.GA.15030.ARG/111231213. Caixa 23920-2).

 

Por último, ya en el siglo XVIII, tenemos el caso del jesuita de Quiroga (Lugo), Padre Luis de Losada y Prada, autor de varias obras teatrales, al menos una de las cuales (la Loa a la dedicación del nuevo camarín de Nuestra Señora de las Hermitas, de 1729) se representó con seguridad en Galicia . De la misma centuria son algunas noticias sobre fiestas y certámenes literarios en colegios gallegos, sin que conste hubiese representaciones teatrales. En 1714 se hicieron fiestas en Pontevedra para celebrar la consagración de la iglesia del colegio (11-13 de agosto) con sermón, misas, procesión general con la ciudad y los gremios, y corrida de toros. En 1729 los alumnos escoceses e irlandeses del Colegio de los irlandeses de Compostela, y sus profesores jesuitas, ofrecieron al ferrolano José Francisco Bermúdez de Mandiá una sesión poética en la que recitaron odas y epigramas en latín en alabanza de Bermúdez, benefactor del colegio que acababa de ser nombrado obispo de Astorga, las cuales se llevaron a continuación a la imprenta (véase portada en foto). También sabemos que en el colegio de A Coruña se hizo una fiesta en 1754 con motivo de la inauguración del retablo de la iglesia, y en ella predicó el P. Facundo Lozano, maestro de Teología moral, un sermón que conservamos impreso (Única contribución a Xavier : el Magnífico singular retablo en que colocó su milagrosa peregrina imagen la Piedad de intendentes de Galicia Juan Felipe Castaños, y Francisco Xavier Serón en este Colegio de San Javier de la Compañía de Jesús de la Coruña. Sermón que predicó el 30 de mayo de 1754, Andrés Frayz, Santiago de Compostela, 1754).

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[1] Algunos autores del siglo XVIII como Nicolás Antonio o José Antonio Álvarez y Baena, afirman que nació en Madrid, pero otros modernos como Eduardo Pardo de Guevara o Isabel Enciso Alonso-Muñumer, sostienen que Arze era gallego y que viajó con el conde de Lemos a Nápoles cuando fue nombrado virrey napolitano en 1608, afirmación que no cuenta con datos documentales que la avalen, aunque parece posible ya que justificaría sus publicaciones en Italia. Ambos afirman también, de nuevo sin pruebas documentales, que Arze fue el preceptor de D. Pedro Fernández de Castro, y esto sí que resulta poco probable -por no decir imposible-, ya que Arze era cuatro años más joven que el conde (D. Pedro nació en 1576 y Arze Solórzeno en torno a 1580). Marcelino Menéndez Pelayo, en una carta a su amigo Domingo García Peres fechada en marzo de 1885, se refiere a Arze Solórzeno como "mi paisano", afirmación que se justifica por el origen cántabro del que considero su padre, el arquitecto Gaspar de Arce Solárzeno.

 

Obras conservadas
P. Luis de Losada
P. Diego García Rengifo
Escenografía

 

Manuscrito de la Egloga de Virgine Deipara, pieza gallega que fue representada en el Colegio de Monterrei (Ourense) en 1581
Véase estudio y edición
AQUI y AQUI

 

 

 

 

El V Conde de Monterrei, D. Gaspar de Acevedo y Zúñiga. Presidió la representación de la Egloga de Virgine Deipara en 1581 (retrato en 1596. Galería de los Virreyes. Museo Nacional de Historia de México).

 

 

 

 

 

 

Plaza y claustro del Colegio de Monforte, escenarios de representaciones teatrales

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ruinas del segundo Colegio de los Jesuitas de Monterrei (1558) en su estado a principios del siglo XX.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parador de Turismo de Verín, construido en el solar del antiguo Colegio de los Jesuitas (del definitivo de 1576, ya que hubo dos provisionales dentro del recinto del castillo de Monterrei).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Emplazamientos de los Colegios de los Jesuitas de Monterrei en un plano de la fortaleza realizado en 1762 por Miguel Moreno

 (ARG, Col. Icon. e Cart. 9).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Portada del Ms. de la Comedia de la invención de la sortija. UCB MS 143, vol. 18 [D-2]. En: ZUGASTI, Miguel & CORTIJO OCAÑA, Antonio, "La Comedia de la sortija (Monforte de Lemos, 1594)”, En: Tiempo e Historia en el teatro del Siglo de Oro, Isabelle Rouane Soupault & Philippe Meunier (Eds.), Presses universitaires de Provence, Aix-en-Provence, 2015.

 

 

Emblema del Cardenal D. Rodrigo de Castro en el manuscrito de la Comedia de la invención de la sortija (Monforte de Lemos, 1594)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Portada de la Loa de As Ermidas

 BnE (MS/14518/37)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Portada de las Tragedias de amor de Juan de Arze Solórzeno (Madrid, 1607)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Portada de los poemas ofrecidos a J. Bermúdez de Mandiá. Santiago (s. p.)  1729

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